Levanto los ojos de mi libro un rato para descansar la vista y mi espíritu vagabundea mirando las nubes y pensando en la vida del niño cabrero, el niño púdico y solitario de la novela de Marcel Pagnol que leo por enésima vez y siempre me cautiva por la aparente sencillez de su escritura y la perdurabilidad de sus mensajes.
Me refiero a la trilogía
"La gloire de mon père", "Le château de ma mère" y "Le temps des secrets"
El entrañable protagonista es Marcel compartiendo con nosostros los recuerdos de su infancia.
Marcel y su devoción hacia su familia, la admiración que siente hacia su padre, la adoración hacia su madre, su relación con cada miembro de su familia.
Pero, para mí, otro personaje importante de esta trilogía provenzal es Lili, su amigo de las vacaciones, con quien tanto compartirá, de quien tanto aprenderá, tan distintas sus vivencias. Dos mundos aparentemente opuestos pero que gracias a la magia de la niñez, se reconocen y se comunican.
Sé cual va a ser la vida del pequeño Lili des Bellons pero, si le sigo primero en el texto, mi imaginación divaga luego por caminos distintos a los que le marcó su autor...
Mágica trampa de la lectura.
Le leo, niño, vigilando sus cabras, haciendo el recorrido de sus trampas, entre matorrales de aromáticas, guardando liebres y pájaros en el morral, asustándose con la mirada airada del búho del Garlaban y jugando con el eco... hablando con el eco... como un Principito provenzal.
El eco, el único que le responde hasta la llegada de Marcel, su amigo de la ciudad.
Oigo sus gritos y la voz del eco que anima su soledad.
- "¡Ohé!"...-... "¡Hé!"...
- "¡Estoy aquí!"...-... "¡Aquí!"...
- "¡Ven!"...-... "¡Ven!"...
Una risa respondiendo a su risa.
Le imagino mozo, soñador, enamorado y tímido...
Y oigo sus preguntas a todas las flores humildes de la montaña...
- "¿Sí?"...-... "¡Sí!"...-... "¿No?"...-... "¡No!"...
Y el canto obsesivo de las cigarras. Y el sonido de la flauta dulce de pastor. El olor mareante del tomillo silvestre, de la ajedrea... el murmullo de los manantiales secretos en ese paisaje aparentemente tan seco de Provenza; tierra de poetas de lengua cantarina y mágica.
Magia del agua escondida que da resplandor al desierto árido del paisaje... Y se vuelven a mezclar los personajes... Lili... Principito...
Bruma malva y lejana de los campos de lavanda en los llanos. Provenza olorosa.
lavanda en Provenza (foto sacada de internet)
Por la novela, sé que de mayor se fue a la ciudad, donde no suena ningún eco; la ciudad donde se desesperó con el sonido falso de las estancias de los cuerpos vacíos. Persiguiendo una respuesta a una pregunta que la guerra truncó.
"Entre plantas frías del norte cuyo nombre desconocía" nos dice Pagnol. .
A pesar de su autor, le imagino, de muy mayor, anciano ya... un día vuelve a los riscos del Garlaban, al refugio del búho, entre rocas. Para despedirse.
Sin aliento, preguntó "¿Adios?"...
Su voz sonó tan débil que el eco, esta vez sin engaño, no le devolvió siquiera una última sílaba de falso consuelo.
Siempre preguntó.
Nunca afirmó nada más que cosas de su rincón de Provenza; sabiduría libre...
En el valle, entre rumor de pájaros, gemido de ramas y canto de viento, imagino a un alma, ansiosa de responder cual eco y que esperó su voz que nunca le preguntó nada. ... nada...
Este alma no existe, el anciano tampoco.
Pero existen estos tres libros preciosos que me hicieron vagabundear. Como todos.
Ecos de la lectura y que una relectura vuelve más sonoros.
Pompita para Marcel Pagnol que me hizo descubrir y saborear la Provenza mucho antes de recorrerla.
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