Y si entráis en un jardín, el perfume del alhelí
os guiará desde cada rincón,
dibujando múltiples arabescos hasta un tocón verde de musgo.
Agachaos despacio hacia él y dejad
que su color tierno os inunde los ojos de esperanza.
Buscad ahora una gota de rocío teñida de polen
que os pinte los labios y la nariz con su soleada sonrisa picarona.
No os hace falta nada más.
Ya estáis preparados para descubrir a las hadas de la primavera.
En cuanto las veáis, las reconoceréis enseguida: son las personitas más diminutas e inquietas de todo el año.
No están paradas ni un momento, juguetonas y risueñas, saltarinas y burlonas, activas y caprichosas.
Siempre provocativas. En perpetuo movimiento, ruidosas y revoltosas.
Muchas veces tiernas; otras veces tercas y enfurruñadas.
Encantadoras. Imprevistas como cielo de primavera.
Las reconocemos por sus sombreritos verdes puntiagudos, sus falditas plisadas manchadas de colorines y sus azules botas de agua:
Es el uniforme del curso de las pequeñas.
Una clase de hadas difíciles de manejar pero entrañables, curiosas, preguntonas y agotadoras.
Enredando sin parar, tejiendo con zarcillos verdes, se cuelan por todas partes como bichitos, incordian a muchos haciéndoles estornudar y llorar, y provocan carcajadas o desazón en la savia de todos.
Pero todos caen rendidos a los encantos de
las hadas de la primavera.
Haditas sonoras de refranes, de cancioncitas o retahílas que repiten con voz insistente de nido de mirlo en nido de verderón, alborotando entre los brotes de cada planta, jugando al "corre-corre que te pillo",
o al escondite "¡cucú, tras, cucú, tras!", volando con las golondrinas y los vencejos que se persiguen detras de las nubes blancas de los almendros en las mañanas aún frescas.
No dejan rama sin recorrer: a veces impacientes, atrevidas, cayéndose del árbol al suelo o resbalando en los charcos, un día de granizo o vendaval, llorando aguaceros por los rasguños de sus rodillas que un beso cura con el algodón oloroso de la mimosa. Ellas son puro mimo.
Cuando llegan a los huertos, se alegran todos y les preparan espacios de tierra blanda donde excavar, escaleritas de madera donde trepar, cálices de volubilis donde merendar, peleando con los insectos ansiosos pero aún torpes de su letargo invernal.
A veces se paran de repente, rendidas de tanto bailar, y con un soplo de aire fresco se vuelven a dormir, en la concha vacía de un caracol o el antiguo nido de una curruquita, forrado de plumón.
Hasta que los narcisos las vuelven a despertar a trompetazo.
Hasta que el lilo las salpique de estrellitas en el pelo.
Hasta que les vuelvan a dar alas los pétalos de las margaritas,
del cantueso o de las jaras que se abren mirando el cielo por un día.
Son el dulce tormento de los humanos que suspiran mirándose a los ojos si ellas los alcanzan en el corazón con sus flechas de dedaleras...
o cuando los rozan, tiernamente, con la miel de sus prímulas rosas, amarillas, azules o violetas.
No dejan raíz sin tocar; todo lo salpican de besos con acentos perfumados de jazmín y de música esdrújula como sonajeros de muscari.
Todo lo trastornan, lo revolucionan, lo trastocan, lo perturban, lo embrujan. Todo lo decoran, lo pintan, lo cambian sin remedio.
Cuando llegan ellas, todo cambia.
Son como un torbellino alterador, agotador pero...
... sin las haditas de la primavera, nuestros años no serían los mismos.
Así son las hadas de la primavera.
Pequeñas sonrisas que bailan al compás de una banda sonora de pájaros.
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El dibujo del bosque
es un regalo que me hizo un "trasto" con dedos inquietos.
Dedos llenos de rotuladores multicolores y proyectos bonitos.
Mi "bruja particular" que cumplió "primaveras" ayer ;)
Pompita para ti, hija. "bizou-bizou" :)
- fotos de la primavera en mi jardín y alrededores
- y música bonita, regalo de Valaf, para acompañar vuestra lectura.
http://www.youtube.com/watch?v=OKStJaD3wcE