jueves, 22 de septiembre de 2016

Otro otoño

El otoño es en general sinónimo de suavidad de las temperaturas, maravilla de sus colores y promesas de la naturaleza escondidas y guardadas para las estaciones siguientes.
Me gusta el otoño y su llegada es para mí una fecha que celebrar.

Pero a veces también tiene sus días de niebla, de melancolía, de añoranzas...
Parece ser que a Brassens un 22 de septiembre no le sentó muy bien...



El 22 de septiembre 

Un veintidós de septiembre al diablo se fue usted.
Y desde entonces, cada año, en la fecha susodicha
mojaba mi pañuelo con el recuerdo de usted...
Pero ya estamos aquí de nuevo y me quedo impasible:
ya ni una sola lágrima que colgarme de los párpados.
El veintidós de septiembre, hoy, me importa bien poco.

Antaño, abriendo mis brazos como un par de alas,
Subía hasta el cielo para seguir a la golondrina
y me rompía los huesos con el recuerdo de usted...
El complejo de Ícaro ahora me abandona,
la golondrina al irse ya no hará el otoño:
El veintidós de septiembre, hoy, me importa un pepino.

Ya no volverán a ver en la época de las hojas muertas
este alma en pena que se me parece y lleva
el luto por cada hoja con el recuerdo de usted...
Que el bueno de Prévert y sus caracoles hagan el favor
de pasar de mí para el entierro de las hojas:
El veintidós de septiembre, hoy, me la repampinfla.

Piadosamente anudadas con un trozo de los encajes de usted
yo tenía en mi ventana un ramo de siempreviva
que regaba con mis llantos sobre el recuerdo de usted...
Voy a regalárselo al primer muerto que pase:
los lamentos eternos ahora no me caben en el cerebro.
El veintidós de septiembre, hoy, me importa un bledo.

De ahora en adelante, el trocito de corazón que me queda
ya no cruzará el equinoccio funesto
arritmiado por el recuerdo de usted...
Escupió su flama y sus cenizas se apagan:
apenas se podrían asar allí cuatro castañas.
El veintidós de septiembre, hoy, me importa una pilonga.

Y es triste el no estar ya triste sin usted. 

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Y cuando lo escribe y canta Brassens, se vuelve algo melancólico el otoño.

                                                     https://www.youtube.com/watch?v=wGeiGw99flo

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Pompita de cita otoñal con el maestro y sus inmortales canciones.
 https://www.youtube.com/watch?v=lyKDaTiHAqQ 

Ps. Sigo ausente pero no os olvido ;)  
Estoy sin estar pero pronto estaré... estando. ;)
.

martes, 6 de septiembre de 2016

Mo y Zoe

Así los llamé (no me preguntes por qué) y así los recuerdo...
Cuando los vi, estaban a pocos metros y días de distancia. Disfrutando los dos del sol y el calor, de la sombra y la soledad, compartiendo silencio, geografía y vegetación.
Mismos gustos en sus paseos y descubrimientos y sin embargo tan distintos.

Él, tan vivaz e inquieto, pronto en escapar y esconderse y volver a aparecer, saliendo de su cueva ocasional entre rocas bañadas de calor, con sus ojitos redondos de sorpresa e incansables en busca de algo con que alimentarse o un sitio donde empaparse del sol que le alimenta también y motea su cuerpo esbelto y ágil.
Sorprensivo, escurridizo, inaprensible. Brillantes colores fugaces. Verdes, azules, naranja a veces. Tan fugaces que te preguntas si ha sido una ilusión óptica o si de verdad lo has visto.
Hasta que se queda parado, un segundín nada más, como posando para ti si sabes respetar su silencio e inmovilidad. Y te contagia su quietud; quietud aparente que los latidos visibles de su corazón desmienten...
Pero, pasado este segundo de gracia.... fruuuttt... vuelve a desaparecer. Sin embargo, no está lejos; y te mira. A ratos asoma su hocico gracioso, te guiña un ojo un par de veces. Y se escurre otra vez entre la hierba reseca que suena imperceptiblemente a su paso.
Sonido cubierto por el ruido repetitivo y enervante de las chicharras.


Y ella... más pausada en su caminar aparentemente incierto... como sopesando el esfuerzo y el precio de cada zancada... como dudando sobre el camino a seguir; sin buscar un refugio entre zarzas más que en las horas centrales del día o en la arena cuando el frío la cerca... (Ectoderma la llaman los especialistas) Llevando su casa a cuestas con filosofía resignada (supongo) y cobijando patas y cabeza en ella al más mínimo soplo inquietante del entorno; a la manera de un niño que se tapa los ojos con las dos manos para no ver los monstruos que viven en su armario o debajo de su cama y que piensa que por no verlos, ellos no lo ven.
Testaruda, de pico cortante y sin embargo presa fácil; frágil a pesar de su caparazón. Amenazada su longevidad que ella se empeña en proteger con inmovilidad y silencio.



Guapos y enternecedores animalillos, cada uno a su aire,
cada uno a su manera.

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Pompita después de mi siesta agosteña.
Y fotitos de Menorca.