Te observo desde hace un buen rato. Y me sonrío. A pesar de saber que me costará tiempo y esfuerzo recolocarlo todo en su sitio. Te veo hurgar. Remover. Mirarme tú también con el rabillo del ojo. Ojo negro, redondeado de naranja. Bien abierto. Siempre mirando a tu alrededor en busca de algo. Inquieto. Inquisitivo. Siempre yendo y viniendo. Siempre volviendo. La culpa es mía por mimarte tanto. Vuelves. Para ver si dejé algo apetecible en tu ausencia. Para escarbar un poco. Sacudir la cabeza, poco o nada convencido por el menú. Dar saltitos graciosos. Silbar. Volar cerca o lejos. Desaparecer. Un día o dos o tres. Volver. Espantar a cualquier gorrión o herrerillo con tus gritos.
En verano me despiertas bien temprano: lo tienes fácil con este árbol donde te posas y cuyas ramas, al más mínimo soplo de aire, alcanzan mi ventana.
Pero ahora, con la savia todavía aletargada, todo está en la oscuridad del subsuelo y hurgas en varios tiestos. Te vas a buscar fortuna algo más lejos. Vuelves. Trinas. Te callas, expectante. Esperando respuesta. Chillas repentinamente, sin motivo. Sobresaltas a todo el barrio. Negro. Pico picudo. Naranja un día y otro, negro. No eres siempre el mismo, es evidente. Varías. Desvarías también. De sur a norte. De oeste a este. Depende de los días. Soleados o nublosos.
¿Volverás esta primavera a anidar tan cerca? ¿Volverás a abandonar un nido vacio dejándome con la ilusión frustrada de ver tu prole, mirlita?...
Pero el resultado de tus investigaciones en mis tiestos buscando a saber qué, es siempre el mismo: raíces al desnudo, semillas esparcidas, la tierra sacada de su espacio, la planta desprotegida.
Sabes
que me da lo mismo azul que verde, blanco o negro: he dado de comer a gente alada de mucho plumaje y cantar.
Pero permíteme decirte que si fueses un mirlo blanco, te lo aguantaría, tal vez... por lo excepcional, lo irrepetible, por tu canto melodioso a veces... tal vez...
Pero ni siquiera esto: más negro que el carbón o el diablo eres, jomío, aunque te creas muy blanco, inocente, revoloteando lejos, pasando de mí; o cerquita, provocándome, incansablemente.
Y por si fuese poco, sin modales eres con tu apetito desmesurado: hay que ver cómo lo has dejado todo. Una vez más.
Pero permíteme decirte que si fueses un mirlo blanco, te lo aguantaría, tal vez... por lo excepcional, lo irrepetible, por tu canto melodioso a veces... tal vez...
Pero ni siquiera esto: más negro que el carbón o el diablo eres, jomío, aunque te creas muy blanco, inocente, revoloteando lejos, pasando de mí; o cerquita, provocándome, incansablemente.
Y por si fuese poco, sin modales eres con tu apetito desmesurado: hay que ver cómo lo has dejado todo. Una vez más.
**********************
Pompita para un pajarito incordioso que sin embargo me cae bien.
.