martes, 17 de enero de 2017

Trasgo del hielo



Ocurrió.
Confiada, estaba flotando, no sabía hacia dónde, dejándose llevar, adormecida por una ola suave que la acunaba.
Entre cielo de agua titilante y cielo de tenue nube crepuscular, rubor brumoso de alhucema.
Y ocurrió.
De madrugada.
En una metálica madrugada de luna llena, estrellada y cortante.
De madrugada. Se quedó presa. Congelado el baile.
Muerto el ímpetu de sus sueños utópicos y viajeros.
Mordida por el soplo engañoso de un beso susurrado que recorrió su espina dorsal.
Atrapada en la inmovilidad repentina por el veneno.
Que se introdujo en sus venas, paralizándolas, deteniendo las pocas pulsaciones verdes que le quedaban.
Que volvió quebradizas sus frágiles orillas.

Sólo un relámpago breve de lucidez: el tiempo de ver el mortecino destello azul... Un vaho letal, aliento del malévolo trasgo del invierno. Silbando despreocupadamente entre las ramas...
Y su joroba cínica alejándose con paso tranquilo e indiferente hacia otra víctima.

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Pompita helada.
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sábado, 7 de enero de 2017

Pecadores...

Esto es un sinvivir... Por muchos buenos propósitos de principio de año, cuando no es por una razón es por otra y siempre termino cayendo en las trampas golosas:
Empezando por las golosinas sobrantes de los Trece Postres y del turrón y del mazapán y de los bombones de chocolate con licor (que son mi pasaporte al infierno pero que hay que terminar cuanto antes...)
Y siguiendo por la también pecaminosa brioche de la mañana de Navidad después de abrir los regalos por ejemplo. O la del chocolate con churros del día de Año nuevo con la excusa de recuperar energía para dedicarla a todo lo que nos traerá el año que acaba de empezar...
Siempre pecando. Dulcemente.
Y siempre con una buena coartada, una buena excusa...

La razón esta vez es de peso: respetar las tradiciones.
Porque no sé si lo habéis notado pero muchas de las tradiciones pasan por la cocina, por el estómago... y por la bascula también. (Ya lo dije...razón de peso.)
Y aún más en una casa de doble nacionalidad donde somos doblemente respetuosos con los legados de nuestros mayores y tenemos en cada hito festivo-religioso del año dobles motivos para disfrutar:

Cuando no es la bûche de Noël que mis hijos consideran imprescindible para que de verdad sea Navidad, toca el roscón o/y la galette des rois...
Y ¿porqué voy a negarlo?... Me gusta estar en la cocina cuando se trata de repostería.
Y ¿cómo voy a negarme?... Pues negándome.
Negándome a negarnos estos pequeños placeres.
Y pecamos todos juntos. Y tan felices.



Pero este año, (por esto de la alternancia de culturas y por disfrutar de la suerte de nuestras circunstancias dobles) , ha tocado tradición francesa y la galette.


Y ya que pecamos, disfrutemos porque partir del día 7... toca ser razonables... Y hacer más deporte... O rezar a san Nicasio *...
O dedicarnos a otros pecados...

...¡Pero dentro de nada tocarán las crêpes de la Candelaria francesa! ... ¡Y luego las torrijas de la Semana Santa española!...
Insisto: Esto es un sinvivir...

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Pompita golosa y de momento... sin remordimientos. :D

* Ps. Aquí os pongo la plegaria a san Nicasio que me mandaron (no sé porqué) hace poco...  por si os hace falta ;)
                                                                  " San Nicasio, san Nicasio
                                                                    Bájame la barriga
                                                                    Sin ir al gimnasio "
A ver si funciona... :D
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martes, 3 de enero de 2017

Última y primera


Última alegría del 2016 y primera alegría del 2017:
Este petirrojo que retraté el día 31, pensativo estaba. (¿Me gustará o no me gustará lo que nos ha puesto hoy?...) Tímido, como siempre. (¿me atrevo o no me atrevo con el comedero nuevo?...)
O como casi siempre... recuerdo a uno que un día de hace años entró en el salón pitpiteando, reclamando su desayuno...

Y hoy (ayer), lo he vuelto a ver, esta vez disfrutando de un menú de fiesta, aprovechando que ni los rabilargos ni las urracas se habían percatado todavía del banquete que les había preparado: unos poquitos garbanzos que sobraron del último cocido del 2016, con su pan y su grasa de jamón y más cosas. Y hasta les puse de postre algunas uvitas de ésas chiquitinas que me sobraron también pues no quise hacer trampa y me tomé valientemente las más gordas. (Este año, para variar, muy sabrosas por cierto. Y terminé en los tiempos. Voy progresando. A ver si con mi empeño en masticar bien este año, se me cumplen los deseos. O por lo menos uno o dos, tampoco quiero ser abusona.)

Al rato aparecieron unos carboneros también, con su chaleco de mayordomo siempre listos para limpiar la mesa que les pongo a diario. Hacía tiempo que no los veía: el comedero nuevo, tipo jaula-despensa  (de los chinos, pues sí,  como el anterior ) ha molestado a más de uno, por ser exclusivo para peques hambrientos (los que más necesitan de nuestra ayuda con este frío serrano), comedero selectivo que deja comer sólo a los que pueden entrar y salir a su antojo entre los barrotes.
Sí, me puse firme hace poco: ¡Ya está bien de alimentar a los más grandes que arramblan con todo, me dejan la mesa y las sillas del porche hechas un asco y sobre todo, sobre todo dejan a los más necesitados sin nada!...
(... tema ampliable esto último, ahora que lo pienso... pero no. Ya lo sabéis: mis pompas quieren ser amables y no gruñonas. Sólo hechas de agua limpia y jabón oliendo a flores silvestres. Que para otras cosas... con las tertulias políticas-televisivas-gritonas o de cotilleo nos sobra... y nos sobra... y nos sobra.)

Pero no retraté ayer a ninguno de mis peques alados, tan embelesada estaba con admirarlos. Me pasa a menudo: no tengo reflejo paparazzi con la máquina siempre lista. (sin embargo, un día de ésos os traeré algunas cosillas de otros momentos mágicos...)

Ha empezado bien el Año 2017 en mi jardín. Que siga.

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Pompita con sonrisas de principio de año. :)))))))
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