martes, 17 de septiembre de 2019

Solución

Se veía venir...
De vez en cuando, tal arena de playa que el poniente trastorna echando a los bañistas rezagados de septiembre, las letras se le escurrían entre los dedos, como tragadas por las teselas negras del portátil, desordenadas e impersonales.
Al principio, con paciencia, recomponía por la mañana las palabras escritas al ponerse el sol y que la marea de una noche negra había trastocado. Quitando uves dobles de altibajos incordiosos o impertinentes, añadiendo "eses" de suaves susurros sentimentales o borrando palabras equívocas o equivocadas.

Pero pronto, sus esfuerzos fueron vanos: las letras, y sus compinches las palabras, ya no se dejaban domesticar y se volvían rebeldes y malvadas, transformando sus escritos importantes o no, en un caos incomprensible de conchas vacías abandonadas por las olas en la orilla que, o bien tiraba a la papelera virtual esperando que cambiase la dirección del viento, o bien terminaba mandando sin releer en un arrebato huracanado; con todas las consecuencias que eso traía... El parte de carrocería abollada a modo de proyecto de excursión veraniega, la foto con receta detallada de un pastel pecaminoso a una amiga a dieta, el poema de un amor sin precio ni aprecio a la agencia tributaria... y más cosas por el estilo...

Hasta que apartó el ordenador de su lado y sacó el ajado cuaderno de espirales mentales y el lápiz de mina suave y dócil que siempre habían acompañado sus momentos más verdaderos.
Las letras volvieron a estar en su sitio, como en el alfabeto de sus primeros balbuceos infantiles; las palabras volvieron a fluir según el ritmo de las mareas lunáticas de su corazón, olvidándose del traqueteo de conexiones frías, caprichosas o apresuradas. O cuando no, inexistentes...
Redescubrió el placer de tachar suavemente, sin borrar a golpe seco de tecla aburrida, saboreando golosamente la delicia de añadir un párrafo con una flecha ondulante o de aportar un matiz sonriente o burlón señalado con estrellas sin catalogar o flores silvestres desconocidas.

Recobrando la irrealidad ilusionante y a la vez la realidad poética de antes...
                                                                                                              sin cables.


********************
Pompita escrita a mano sobre la arena de una playa de septiembre, con banda sonora de olas tranquilas y charranes parlachines sobrevolando el mar...
.