martes, 12 de mayo de 2020

Mi heroína

Yo tenía unos seis años. Ella, unos once.
Yo estaba en una cama blanca cerca de la suya. Ella estaba en una cama blanca cerca de la ventana que daba al patio y desde donde veía el cielo y el jardín.
Yo acababa de llegar. Ella llevaba ya cuatro años en este rincón de la habitación de seis camas blancas del hospital.
Yo esperaba que me quitaran una hernia y el apéndice en las horas siguientes.
Ella esperaba salir un día.
Iba a ser mi primera excursión a un quirófano y estaba nerviosa.
Ella era una veterana que ya llevaba el cuerpo lleno de intervenciones de todo tipo.

La cocina de su casa ardió, envolviéndola en llamas que se ensañaron con su cuerpecito que unas horas antes estaba saltando a la comba, sus trenzas largas bailando en su espalda, rozando el vestido nuevecito de nailon y la rebequita de lana que se le pegaron al cuerpo como una piel, comiéndose la suya.
Perdió a su padre en el incendio. Perdió su infancia y su adolescencia entre la prisión de vendajes, de inmovilidad y de sufrimiento casi constante.
Se llamaba Anne-Marie.
En los pocos días que pasé yo en la cama a su lado, hablamos mucho, como las niñas que eramos.
Ella me preguntaba mil cosas y yo le contaba. Como era mi clase. A qué jugaba en el patio de recreo con mis amigas. El nombre de todos mis compañeros y de la maestra. Quería saber si me gustaba leer y dibujar. Me decía que ella echaba de menos la plastilina y las canicas. Me enseñaba orgullosa sus cuadernos de caligrafía y de cálculo pues seguía estudiando gracias al empeño de unas enfermeras que se turnaban para darle clase.
Ya sabía bordar cojines de tela blanca a pesar del roce hiriente de la lana y la aguja en sus pequeños dedos quemados y de piel sensible...
Con ella aprendí también a recortar mantelitos de papel blanco que luego ella regalaba a todas las enfermeras en sus cumpleaños. Recuerdo su torpeza con las tijeras y la tenacidad de sus dedos sin huellas...
Yo la admiré desde el primer momento. Y fue mi modelo de la infancia cada vez que me dolía algo o sufría un contratiempo en mis caprichos.
Mi abuela que trabajaba en ese hospital y precisamente en el ala de los niños, siempre me decía cuando me quejaba de algo: "Acuérdate de Anne-Marie."

Y me acuerdo mucho de ella en estos días en que todos, todos sin excepción, nos quejamos poco o mucho, de mil cosas... de estar encerrados, de no poder hacer lo que nos apetece, de desear futilidades...
¿Qué son dos meses?... ¿Qué pasa si nos castigan con más semanas de confinamiento?...
Ella que fue una pequeña heroína, se extrañaría al oírnos... Dos meses...
Ella que no sólo se quejaba apenas de su cuerpo dolorido, sino que encima nos animaba a todas a cantar todo el repertorio infantil... hasta que llegaba mi abuela o su alter ego con alas blancas y sonrisa dulce, Soeur Marie-Madeleine y nos hacían callar con una galleta... Siempre me lo recordaba con un guiño cuando iba a verla, en los domingos de guardia de mi abuela...

Con unos diecisiete años, conoció a un joven pintor de brocha gorda que estaba de paso en el hospital para cambiar el color de su prisión... Ella seguía en una cama que alternaba con durísimas sesiones de rehabilitación, algunos paseos por los pasillos o el jardín y no pocos pasos por el quirófano para atenuar en su rostro y todo su cuerpo, las huellas del incendio...
Y por fin consiguió salir, de la cama, del hospital, del sufrimiento y del encierro que le robaron su infancia y su adolescencia...
Se casó con su pintor. Uno de los médicos que siguió sus progresos desde el primer momento, la llevó al altar en la capilla del hospital que resultó demasiado pequeña para tanta gente que la acompañó en ese momento feliz como lo había hecho en su anterior vida de cárcel.

No la volví a ver, nuestros caminos se separaron y perdí su pista cuando murió mi abuela... Pero para mí, será siempre la heroína de mi infancia.
Anne-Marie, la niña que no se quejaba nunca...

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Pompita para ella.
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martes, 5 de mayo de 2020

Mayo o la vida de otro color


OXALIS: De sus bulbos enterrados desde hace años y soportando estoícos el largo invierno, empieza en mayo su floración que durará meses. Alegre, resistente.



ROSA: Es su estación y no falla nunca a la hora de alegrar con su perfume, pase lo que pase. Ni las plagas de bichos ocasionales, ni el frío pueden con ella. Resistente.



JARA: Siempre puntual también. No le importan ni la lluvia ni el granizo ni el viento. Ninguna tormenta puede con ella. Y a pesar de su aparente fragilidad, resistente.



CANTUESO: Humilde, discreto y alegre sinónimo de paseos en libertad que atrae a las primeras abejas con su penacho y tiñe el monte de color tranquilo. Todo terreno.



PEONIA: Indecisa, entre sol y sombra. No sabe qué hacer... ni que Plinio el Viejo la recomendaba contra las pesadillas.



ALTRAMUZ SILVESTRE: Siempre erguido y rodeado de sus hojas que parecen frágiles estrellas. Florece donde menos te lo esperas.



PENSAMIENTO: Otro que supo esperar, como nosotros, con sus semillas diminutas, extraviadas, desorientadas, aprisionadas entre baldosas.
Enternece su admirable fortaleza.


Todas nos han dado una lección de resistencia, esperando pacientemente su momento para salir ... Y en mayo, por fin vemos la vida de otro color.

Y no faltará nunca aquí en mayo esta brizna de MUGUET de mi tierra al que le cuesta vivir fuera de su ambiente húmedo habitual pero resiste también como puede.
Símbolo de trabajadores luchadores y amuleto de la suerte para compartir con familiares y amigos.

Os deseo a todos mucha salud desde ahora hasta el próximo mes de mayo  (por lo menos;)                                     
 


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Pompita de un mes de mayo muy ansiado y con recompensa .
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