martes, 14 de junio de 2022

A pleno sol...

 Con el cuerpo debidamente untado de 50 +   y pensando en su actual cifra de vitamina D y sus articulaciones doloridas, se dispuso a tomar el sol. 
Cerca de la tumbona, había hecho acopio de varios artículos como un sombrero de paja, una toalla, un cojín confortable (lleno de plumón), un libro triste pero apasionante (repleto de duendes y Gigantes, hasta con un Unicornio que cambiaba de página...), una botella de agua y un montón de cosas más...
Se instaló cómodamente, miró al sol, le guiñó un ojo, se calzó el sombrero y esperó a que obrase el milagro (quiero decir con esto que... se durmió.)
El libro se escurrió en el suelo, justo cuando volvía el Unicornio... y fue también cuando el cuerpo se rindió después de tantas horas de insomnio buscando la luna incluso cuando ella no estaba en su cielo.
Salió de su cuerpo y flotó indecisa encima de la tumbona mirando a todos lados, buscando un buen sitio. 
Y se fue, lejos, hacia el sol que le esperaba. El calorcito la rodeó y suspirando de placer se lavó con cada rayo de Helios o de Ra que se acercaba.
A ratos, su espíritu (que nunca se duerme del todo) se removía inquieto, pensando en que debería calcular también el tiempo (un cuarto de hora de un lado y luego otro cuarto de hora del otro lado, con otro embadurnamiento de 50 +) 
Pero el sol (que no dice todo lo que sabe) la envolvió en sus caricias cálidas y así se quedó ella, tan despreocupada, tan dichosa, tan feliz, tan...
Hasta que una ráfaga de aire traicionero la despertó y ¡horror! vio como toda su piel blanca y frágil se había transformado en una gran cantidad de pecas que todas juntas dibujaba un mapa desconocido, bermellón y burbujeante donde no pensaba volver a acercarse jamás de los jamases.

***************************************
Pompita a la sombra.