martes, 16 de febrero de 2016

Mudanza


De repente se le cayó encima todo el cansancio de los meses pasados. Se sentó en una de las numerosas cajas que todavía quedaban por llevar y su mirada se paseó por la estancia...
En esta desapacible mañana de febrero, el salón acogedor que ayer todavía albergaba lustros de vivencias varias, le pareció ahora desmedido y desangelado, exhibiendo sin pudor sus cicatrices más felices: las ventanas ciegas y claras de sus cuadros ya embalados, este arañazo en el parqué que sólo él conocía o este desconchón en la pared que unos intrusos arreglarían; una retahíla de insignificancias abigarradas de las cuales sólo él recordaba el origen...
Los alborotos, risas, gritos y carreras se desvanecían, rebotando en suelos, paredes y techos con la fuerza menguante de una pelota que se desinfla...
Y flotaba en el aire un olor acre de chimenea fría y de casa abandonada que ahora le picaba los ojos y le oprimía el pecho...
Se levantó con esfuerzo y fue a la cocina. Pero por supuesto no quedaba ni un vaso en la alacena; y la nevera desenchufada que habían acordado dejar a los compradores, enseñaba su tripa desolada. Así que bebió directamente del grifo, que hoy no goteaba...
A solas, antes de la vuelta de los chicos de la mudanza que la víspera ya lo habían empaquetado todo y a primera hora se habían llevado la mayoría de los muebles, dio un último paseo por la casa, entre papeles arrugados, burbujas de plástico y restos de cinta adhesiva que se le pegaron a la suela de los zapatos.
Y recogiendo un pequeño libro sin tapa olvidado entre cajas de cartón, se despidió de cada rincón rumoroso de recuerdos...

Le sobresalta el timbre de la puerta; y sacudiéndose la morriña, empieza otra vez a visualizar su nueva casa que pronto se transformará en hogar; con sus cachivaches viejos y sus risas nuevas, con sus rozaduras de calzado recién estrenado y con su caminar ilusionado por una nueva página oliendo a pinturas y barnices frescos.
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martes, 2 de febrero de 2016

Ventana

Una ventana puede ser un simple hueco en la pared por donde entran el aire, las vistas, los olores ...



... y por donde circulan sonidos; de fuera a dentro y de dentro a fuera.

Así las veía Jacques Brel. Y así las cantó.

Las ventanas nos acechan
cuando nuestro corazón se para
al cruzarnos con Luisita
para quien arden nuestras carnes.
Las ventanas se trochan
cuando ven a la frívola
que regala su corola
a un pasante de notario.
Las ventanas lloriquean
cuando en el alba insignificante
un entierro se bambolea
hasta el viejo cementerio.
Pero las ventanas fruncen
sus cornisas de bronce
cuando ven las zarzas
invadiendo su luz.

Las ventanas murmuran
cuando caen, tal cabellera,
las lluvias de la frialdad
que mojan los adioses.
Las ventanas canturrean
cuando en otoño se levanta
el viento que abandona
las calles a los enamorados.
Las ventanas callan
cuando el invierno las apaciguan
y que la nieve espesa
llega a cerrar sus ojos.
Pero las ventanas cotorrean
cuando pasa una mujer
que mora en el callejón
donde pasan los Señores.

La ventana es un huevo
cuando es ojo-de-buey
que espera tal viudo
en un rincón de la escalera.
La ventana lucha
cuando es tragaluz
de donde dispara el soldado
antes de sucumbir.
Las ventanas vaguean
cuando son mansardas
y abrigan los harapos
de un poeta olvidado.
Pero las ventanas amables
se tapan con rejas
si a mala hora se grita
"Viva la libertad"

Las ventanas vigilan
al niño que se maravilla
en un coro de viejas
al dar sus primeros pasos.
Las ventanas sonríen
cuando quince años demasiado bonitos
y quince años demasiado crecidos
se ofrecen un primer ágape.
Pero las ventanas amenazan,
las ventanas fijen sonrisa
cuando a veces tengo la osadía
de llamar al pan pan y al vino vino.
Las ventanas me siguen
me siguen y me persiguen
hasta que llegue el miedo
muy al fondo de mi cama.

Las ventanas a menudo
tachan impunemente
de gamberros a los niños
que buscan a quien querer.
Las ventanas a menudo
sospechan de esos palurdos
que duermen en los bancos
y hablan extranjero.
Las ventanas a menudo
se cierran riendo,
se cierran gritando
cuando bajo ellas vamos a cantar.

¡Ah! no quiero pensar
que sirvan para cegar
más que para dejar entrar
la luz del verano.

No, prefiero pensar
que una ventana cerrada
sirve sólo para ayudar
a los amantes a quererse. (bis)


                                  https://www.youtube.com/watch?v=hgl6doQlGqY
                                  
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 Hace poco, Laura nos obsequió con fotos bonitas y variadas de sus ventanas que dejaban sitio a la imaginación para inventarse la historia de sus interiores.
Y me recordó esta canción de Brel (otra B mayúscula de mi "cordón umbilical musical") Un texto difícil de traducir porque, tal como os comenté hace tiempo, si bien se intenta respetar la idea, a veces es casi imposible traer la música de las rimas. Que Brel me perdone.
Espero que la disfrutéis, a pesar de todo. :)

Pompita soplada desde mi "ventanita" hacia todas las ventanas abiertas pero dedicada en particular a una muy querida ventanita, hoy tristemente cerrada. Hasta siempre, galleguiña amiga.
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