martes, 30 de septiembre de 2014

El duende de la niebla




Llegó. En silencio. A pasitos insidiosos. Con su gorro de fieltro gris.
Tiñendo ramas, desdibujando a los pájaros, diluyendo el cielo.
Tejiendo grises rayos de sol apagado.
Infiltrándose, impregnando cada resquicio su aliento frío.
Llorando en fondo gris sus gotas diminutas y sin olor que apenas dejan huellas desmayadas de ceniza mojada en los dedos y las ventanas.
Las ventanas, efímeras pizarras de cristal gris donde niños encerrados soplan y dibujan siluetas troqueladas, animales inexistentes,
estrellas de fantasía.
Estrellas que se escurren en el cristal de las ventanas, que se esfuman, que se desvanecen como añorados recuerdos veraniegos.
Tiritando en lo alto del tejado. Destilando melancolía. 
Llegó el duende gris de la niebla sin eco que todo lo borra,
lo calla, lo diluye...
Mélancolie 
 

jueves, 25 de septiembre de 2014

Verano que se va, otoño que llega



En esos últimos días del mes, el sol sigue cálido, incluso en las alturas, incluso temprano.
En el sendero semi sombreado escucho pájaros que no veo.
Me paro y descubro otros que no conozco. Y plantas humildes de un verde ácido y fresco, sorprendente a esas alturas del año.
Cada roca me habla, repleta de otros pasos solitarios que no adivino más que en su desgastada suavidad brillante.
Cada árbol de nombre olvidado que acaricio con la mirada, cada fuente fresca donde me inclino para beber.
Mis dedos juegan con piñas diminutas y verdes, recogidas en la arena del sendero escarpado. Caídas antes de madurar.
Su olor y tacto pegajoso evocan otros años y otros pinares.
Y acaricio también con la punta de los dedos las asperezas de unas piñas semiabiertas, algo secas, de otra estación. Ocultas en un recoveco apenas visible, un a modo de capullo verde tierno que las cobija. Escondrijo vegetal y oloroso desde el cual se vislumbra otra peña, otra futura meta.
Lejana y recortada en su cielo limpio y tranquilo.
Unas aves lo animan un momento con su vuelo pausado y circular.
Se alejan.
El griterío de una bandada de otras aves, negras, sin identificar, cruza sus aguas limpidas.
Cielo... azul luminoso de primeros días de otoño que se asemejan a otros días de pleno verano.
El sol, cauto en las primeras horas, calienta el aire a medida que discurre la mañana entre los pinos.
Las escamas desprendidas de su corteza agrietada, caídas en el suelo, crujen al pisarlas, volviendo rumorosa la quietud de la bajada.
Huelen bien sus resinas transparentes. Me gusta su aroma algo acre, penetrante.
Unas nubecillas de luz, jugando al escondite entre las copas, se emborrachan con el leve perfume de savia sudada que fluctua, envolvente. Y precipitan su repiqueteo ambarino en mi cara y mi mano con repentinas gotas de breve chaparrón imprevisto que, lejos de refrescar, acentúa aun más la sensación de calor. Y el olor de las acículas pardas que tapizan algunos tramos del recorrido.
Una avispa, desorientada, buscando no sé qué, se posa en mí un instante. Y se va, dejándome en los labios la sonrisa de un momento mágico, inesperado y sorprendente.
Hace calor. Hace quizá demasiado calor al sol de este principio de otoño.
Me gusta para mí este calor a destiempo. El ultimo del año seguramente.
Pero pienso en los árboles... En todos los árboles que me rodean...

Pobre arbolito serrano tozudo ¿dónde se te ha ocurrido enraizar, en tu despiste? tan cerca del agua y sin embargo tan lejos. Inaccesible. ¿Será clemente contigo el otoño incipiente? ¿Acercará el riachuelo algo de su agua episódica a tus raíces sedientas? ¿Conservará para el invierno algo de calor la roca donde te obstinas en vivir?
¿Cuál será tu futuro?...



miércoles, 17 de septiembre de 2014

Hoy, el mar es un bolero


Llevaba algunos días con un revuelo de mariposas azules en el estómago. 
Mal presagio. Mi estómago, mi otro cerebro, nunca me falla. 
Y menos cuando se asoma la luna menguante a mi ventana abierta de par en par.
La noche anterior, desde mi insomnio sin sueños, presentí tu respiración inconfundible, este movimiento rítmico tan tuyo, este murmullo sordo e incesante que a veces mece y otras exaspera. Como mece o exaspera tu vaivén de viento y calor al cual nunca me acostumbraré.
Y al levantarme esa mañana, los ojos todavía perdidos en el ensueño brumoso del horizonte, desdibujado entre mar y cielo, noté como tu mirada normalmente azul profundo se había vuelto de un gris metálico que no auguraba nada bueno.
La ancha frente rodeada de espuma gris, mas arrugada; los hombros hinchados de fastidio. Y por encima de todo, este ronco ruido lejano, este rumor constante. Oleaje removiendo sin pausa el fondo y la superficie, alejando a los charranes, silenciando a las caracolas. A tu manera, obsesiva e incansable.
Sin embargo, a media mañana, el aire silencioso se volvió de nuevo mas respirable. 
Incluso empezaste, provocador y juguetón, a lamerme la punta de los pies, mientras me descalzaba frente a ti, confiada.
Y con ganas me zambullí de cabeza entre tus abrazos envolventes, llenos de burbujitas a la vez refrescantes y cálidas.
Pero en un descuido mio, tu esencia versátil me tiro al suelo, mis rodillas raspándose entre los guijarros de tu orilla, llenándose de sal mis ojos y mi cabeza; mi cabeza, patética, risible, aprisionada bajo el pelo apelmazado semejante a una medusa, cegándome, levantando ampollas hasta en mis ideas, sin entender tu broma pesada.
... Ya sé que todos los años te digo lo mismo. Pero tú sabes que te soy sincera aun en mi inconstancia contradictoria.
Y aunque no me creas, te lo repito: "Volveré. Como cada septiembre. Eres mi pecado venial y por mucho que las raíces de los árboles me aten a mi tierra serrana lejos de tus olas. Y volveré. Siempre vuelvo. Y siempre con la misma ilusión."
... Aunque este año me eches de tu vera de esta forma brusca y desconcertante.
"Y hoy me mata de tristeza tu actitud" como dice el bolero. (sabes también que me gustan los boleros y las rancheras que tienen para mi el ritmo de tus mareas.)
 Y te lo repito y te lo repito y no me cansaré de repetírtelo:
"Volveré. Volveré. Como siempre...Ya te echo de menos."
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En ese ultimo día, el mediterráneo se embraveció algo y me puso la zancadilla. 
O yo fui torpe y perdí el equilibrio...
El caso es que me hizo tragar agua salada.
Y no nos despedimos con un ultimo abrazo, como siempre lo hacemos...
... "Como siempre"... otro bolero.
Hoy, el mar suena como un bolero.

martes, 2 de septiembre de 2014

Dentro de un ratito...


... dentro de un ratito, vuelvo y sigo. Prometido.

Besos de todos los colores,
          achuchones apretaditos
                   y sonrisas para todos.

PS Sed buenos mientras yo esté disfrutando de la tumbona...
         si me dejan mis mosquitos, mis avispas... y mi gato... ;)
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