jueves, 31 de diciembre de 2015

El árbol de los deseos


Cuenta la leyenda que hubo una era en que, cada año, los duendes, hadas y demás diminutos se reunían en alegres tertulias donde cada cual lanzaba la semilla de sus mensajes a los cuatro vientos.
Esos mismos vientos se multiplicaban, se enlazaban y bailando se encargaban de sembrarlos en cada resquicio de la Tierra donde a veces prosperaban y otras luchaban para crecer y a su vez transmitir nuevas semillas.

Mas cuentan también las crónicas que los vientos se volvieron locos.
Y, huracanados, secaron la tierra otrora fértil y dadivosa; alejaron las lluvias que se perdían sin rumbo e hicieron crecer desiertos donde se secaban las flores sin llegar a abrirse sus perfumes.
El cielo se volvió gris de ceniza. Las aves enmudecieron.
Y con ellas el mundo.
Los duendes y las hadas desaparecieron de la faz de la Tierra que se había vuelto hostil, inhóspita.
Desaparecieron. Se escondieron...

Pero una mañana, animados por no se sabe muy bien qué esperanza, salieron de todas partes: del fondo de los baúles cerrados, de los joyeros antiguos de llaves perdidas, de las cajas de cartón donde dormitaban entre fotos deslavadas, de entre las páginas de los libros olvidados en estanterías polvorientas, de detrás de los espejos azogados, de debajo de los cimientos de las casas o de las tejas y pizarras acariciadas por la luna.
De los mil lugares insospechados donde se refugiaban...
Y volvieron cerca de los árboles. Primero en silencio.
Mas luego clamando sus anhelos.

Y, tal como lo relataba la leyenda antigua, colgaron de nuevo sus hojas en el árbol de los deseos. Como cada 31 de diciembre.



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Con cariño,
os deseo que se cumplan vuestros Siete grandes o pequeños Deseos
                                    
                                            para   2016
 .

martes, 15 de diciembre de 2015

Árbol de Navidad

- ¡¡¡No quiero, no quiero, no quiero y no quiero!!! Siempre me toca a mí.

El hombre salió de su taller al oír los gritos.
-¿Se puede saber lo que pasa aquí? ¿A qué viene este alboroto, niños?

Y todos apuntaron hacia el que había gritado.
- Es que no quiere que lo decoremos.
- Es que siempre me toca a mí. Y luego me plantan en un rincón del salón y me tengo que quedar inmóvil durante horas y horas. Y ellos se van a jugar fuera, incluso a veces con la nieve. Y no es justo.

El hombre sonrío y rascándose la cabeza les dijo:
- El abeto tiene razón, no es justo... ya buscaremos una solución...
Pero ahora, id a jugar más lejos. María está agotada del viaje y necesita descansar un rato.

A todos se les iluminó la cara... bueno... las ramas, la corteza y las hojas que les quedaban en este invierno tan suave. Y casi en voz baja preguntaron:
- ¿Falta mucho para que nazca tu hijo, José?
- Pues sí, todavía falta algo. Pero poco. Ya os avisaré.
¡Ah! Otra cosa: si Alberto no quiere vestirse así pues hay que respetarlo ¿no os parece? ¿Desde cuando se ha visto un abeto cubierto de pelotas de pingpong y linternas e hileras de papelitos de caramelo?
- Es que... lo vimos en Internet y...
- ¡Ya estamos con Internet! ¡Hala, id todos al bosque a jugar allí! Y no discutáis más. Ya buscaré una solución...

El hombre era herrero, de los pocos que quedaban, acostumbrado al calor agobiante de la fragua y el ruido del martillo chocando con el yunque para dar forma a lo que le pedían.  Era su medio de vida.
Vida ruidosa y cansada. Pero él era feliz de todas formas, con su trabajo, en su casa y en su barrio.
En realidad, era amante del silencio sólo roto por los susurros de los árboles, los trinos de los pájaros y las risas de los niños.
Siempre pensaba que hubiera sido aún más feliz quizá siendo carpintero...
Le gustaba el tacto suave y el olor de los árboles que le hablaban y guiaban sus manos. Y por esta razón en sus ratos libres esculpía figuritas de madera, parecidas a la gente del barrio y también de animales domésticos e incluso animales fantásticos salidos de su imaginación.
Figuritas que luego María y él regalaban a sus amigos y conocidos para decorar sus casas en cualquier festejo.
Tenían tantos amigos y tantas y tan variadas figuritas que todos habían empezado a colocarlas a la entrada de sus casas como si fuera un pueblecito permanente en vez de tenerlas, como hacían en otros barrios, guardadas en cajas de donde no salían más que una vez al año (según había leído en Internet...él también a veces caía en la tentación, como los niños)

Pero no tenía para comprar un trozo de madera fina y resistente para esculpir el árbol prometido a los niños. Ni quería sacrificar a uno de verdad. Así que se le ocurrió una idea y les hizo un árbol diferente con lo que tenía a mano.
Y mientras trabaja en su pequeña fragua, canturreó canciones de su infancia que hablaban de animales de granja que calentaban una casa donde reía un niño, de pececillos que bebían alegres en ríos sin contaminar, de estrellas viajeras que traían maletas repletas de regalos y cosas parecidas.
Cuando al cabo de una hora de esfuerzo y canciones alegres terminó su tarea, le brotó una sonrisa al imaginar la sorpresa de los chiquillos del barrio, sus preguntas y cómo, con su imaginación, lo iban a terminar de decorar.

Ya podían llegar los niños, duendes del bosque y de las casas.
Ya tenían su árbol de Navidad, donde colgar deseos.
 

Fue en este preciso momento cuando oyó la llamada de su mujer:

- ¡José!... Por favor, saca el coche del garaje. Creo que ya es la hora.
- Pero... María... ¿no dijo el médico que todavía faltaban unos diez días?...
- Hazme caso, por favor. El niño no puede esperar.

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Pompita de Navidad soplada con sonrisas y buenos deseos hacia todos.
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martes, 1 de diciembre de 2015

Pespunte


Descalza y desnuda se acerca; y con la punta del dedo índice dibuja en la superficie brumosa una silueta.
Perfila la curva de la cara; la barbilla, bien definida.
Esboza una nariz, que le sale algo infantil; y baja luego por el cuello, largo.
Despacio acaricia unos hombros fuertes, una cintura esbelta.
Y los dedos rosados y titubeantes recorren recuerdos. Pespunteados.
Vuelve a subir por la nuca su mano entera a modo de peine y se demora plasmando el pelo lacio, largo y goteando en la espalda y el torso.
Se para. Indecisa.
Añade los ojos. Que dibuja cerrados.
Y se aleja. Temerosa.
Pero enseguida vuelve y añade con valentía pestañas de ojos abiertos frente al espejo.
Con la palma de las dos manos lo frota largamente, borrando la niebla fría que lo cubría.
Y de frente se contempla, igual que siempre. Igual que antes.
Con la boca de sonrisa amplia, segura y feliz que a él le gusta tanto.
La sonrisa dulce que alimenta también a su hijo.
La sonrisa que ya no tendrá que dibujarse cada mañana en el espejo
al salir de la ducha.

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martes, 24 de noviembre de 2015

Manipulación


A veces a los niños no les gusta mucho la verdura. Y ponemos todo nuestro empeño en que tengan una alimentación equilibrada ¿verdad?
Cuando son mayores puedes intentar hacerles ver que la zanahoria o el tomate o las espinacas o lo que sea que odian, tienen múltiples ventajas para su cuerpo. A veces funciona...
Y les explicas porqué valen más las verduras que las chuches. Y lo suelen entender: si una cosa caracteriza a los niños es que no son nada tontos (aunque siempre que pueden te piden dulces y nunca espinacas o coliflor)

Pero cuando son muy pequeños, a veces usamos "técnicas de venta rastreras". Que funcionan casi siempre.


Confieso que lo hice cuando me tocó bregar con este tema, hace años.
Pero hoy, me pregunto si hice bien en manipular a mis hijos de esta forma cuando eran pequeños. Presentándoles primero la cara amable del menú para convencerlos...
... En el fondo creo que sí, porque era por su bien. (Y ellos lo saben; aunque todavía me recuerdan la coliflor con un guiño y ya no la prueban ni locos.)
Lo hice.. y hubo  algunas chuches también aparte de las espinacas, todo hay que decirlo.
"El azúcar también es necesario para el rendimiento de nuestro cerebro." me argumentaban con razón mis hijos adolescentes.

Pero creo también que con mi empeño y su resistencia, descubrieron que tenían armas para no caer en otras trampas de manipulación mucho peores. Aprendieron a decir "no". A no dejarse engañar por el primero que venga con "chuches" atractivas. Con promesas de lo que sea...

La manipulación... Esto está claro. Según y cómo se presenta un artículo (o un viaje...), será más o menos atractivo y quien manipula obtendrá más o menos resultados.
Y es muy fácil manipular cuando se tiene un mínimo de arte, labia para convencer...
O habilidad de caradura.
O espíritu malvado que manipula con fines envenenados y no piensa cumplir sus promesas ni de lejos.
Según se utilice la manipulación para el bien o para el mal.
Y debe de ser muy fácil ser manipulado si no se tiene puntos de referencia claros como ejemplos de platos nutritivos aunque sin adornar...
... ¿por qué?...

Pompita sin respuesta desde el desván mental de mi cocina de hoy.

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viernes, 20 de noviembre de 2015

domingo, 15 de noviembre de 2015

Calendarios privados

Todos tenemos en nuestros calendarios particulares fechas bonitas, compartidas o privadas. Que dibujamos mentalmente con un sol, una estrella o más, o una flor que nos gusta, como las que jalonan a veces nuestros libros preferidos a modo de marcapáginas. Fechas que abren nuestras sonrisas cuando aparecen en los calendarios oficiales que las ignoran.
Pero todos tenemos también fechas negras. Fechas que ni marcamos en el calendario de cicatrices porque no las olvidaremos nunca. Hitos infelices de nuestro recorrido por los años. Perdidas de seres queridos. Recodos bruscos de nuestros caminos. Abruptos y difíciles de asimilar.
11 de Septiembre, NuevaYork...
11 de Marzo, Madrid...
13 de Noviembre, París.
Y tantas, tantísimas otras fechas de horror, de dolor producido por la locura de unos pocos.

El sábado por la mañana, mi amiga Juli me llamó.
Y mi amiga Mabel me mandó una foto sin palabras que me emocionó.
El sábado por la noche, mi amiga Paloma, una cariñosa carta que me emocionó igualmente.
Y más gente amiga o casi desconocida, hace un rato.
Una fecha que añadiré a mi calendario particular.
Para que me ayude a hacer contrapeso reconfortante.
Intentando equilibrar sentimientos para que la vida siga.
A pesar de la tristeza que me embarga desde el viernes al pensar en el dolor de quien ha perdido tanto en una noche que se anunciaba festiva y terminó en tragedia.
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martes, 3 de noviembre de 2015

Sol, lluvia y sol



                          Sol, lluvia y sol
                          Las hadas se disfrazan
                          De terciopelo



                                          Sombreros negros
                                          Los brujos se acercan
                                          Lluvia, sol, lluvia



                                                       Anillos raros
                                                       Aquelarre bailarán
                                                      ¡Ojo con ellos!

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Pompita de otoño
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jueves, 29 de octubre de 2015

Como cada fin de octubre

"... Por supuesto que conozco muchas y las entiendo perfectamente pero no me gusta usarlas; no sé exactamente por qué. Por educación recibida, por falta de costumbre... no sé.
Conozco muchas y por duplicado además: recién llegada aquí, algunas personas se empeñaron en darme "imprescindibles clases" para ampliar mi vocabulario: lo clásico.
Pero las reservo para cuando de verdad ya no me queda otra solución.
Y hasta creo que esto les da más fuerza: al no estar desgastadas de tanto uso, cuando las empleo yo, tienen más contundencia.
Y, dependiendo de la intonación, mis interlocutores entienden que, tan abrumada, no me salen otras palabras;  o que de verdad estoy hasta...
las narices. 

Esta faceta mía hace sonreír a más de uno, en plan burlón.
"¡Por favor! Si todo el mundo habla así ahora. No me seas rancia"
Pues hijos míos, seré una rancia anticuada y desfasada, pero no lo puedo remediar: es como una alergia.
Y si puedo evitarlas, las evito. Creo que el vocabulario es lo suficientemente rico como para hablar con claridad sin usar tantísimos. Quizás unos poquitos vale, en plan coletilla, de vez en cuando... Algunos tienen ese tic que me parece inofensivo... Pero los hay que en una frase de diez palabras te cuelan una docena. Y eso...
Y en el fondo me da pena por ellas: ellas nacieron limpias, sin malas intenciones y no tienen la culpa de que muchos las usen como insultos ¿no?...

Me refiero a las palabrotas, los tacos, las palabras malsonantes o como se las quiera llamar.
("Vous aviez deviné, j´espère."  como cantaba Brassens en "Le gorille".)

No me gustan los tacos. Y sin embargo..."

¿A qué viene todo este discurso? os estaréis preguntando.

Pues viene a que siempre que hablo de Brassens (y hoy toca, como cada fin de octubre), siempre recalco su envidiable manejo del idioma, su cultura, su poesía, su ternura, su sentido del humor...
Y si bien a él también, como una vez confesó, le costaba usar tacos, muchas veces lo hacía.
Y soberbiamente además, escribiendo canciones con mucho ingenio.
Tanto que esto le granjeó no pocos problemas con algunas. Canciones con su denuncia social y su ironía (de la cual no escapaba nadie; ni siquiera él.) Con su ternura y su poesía. Con su filosofía de palabras y de hechos.
Y con su idioma claro y genuino también, lo que hizo que en la Francia de los años 50 algunas fueron prohibidas en la radio. Tanto por los temas que este "toca narices" se atrevía a cantar como también por las palabras.
Brassens, incómodo para unos y genial para la mayoría.

Y como respuesta a las críticas o consejos recibidos, a modo de disculpa o justificación (pero por supuesto sin dejar escapar la oportunidad de reincidir en la provocación y seguir burlándose), escribió ésta que os traigo hoy. (Había muchas candidatas pero al final elegí  El pornógrafo (no descartando traer alguna más, en otro momento ;)


Antaño, cuando yo era un mocoso
tenía fobia a los tacos.
Y si pensaba "mierda" por lo bajini,
no lo decía.
Pero hoy, cuando ganarme las habichuelas
consiste en hablar como un bufón,
ya no pienso "mierda" ¡pardiez!
sino que lo digo

Soy el pornógrafo
del fonógrafo.
el pícaro 
de la canción.

Para divertir a la galería
escupo obscenidades,
bocanadas llenas de palabras groseras
totalmente incongruentes.
Pero al reencontrarme a solas bajo mi techo
mirándome a los ojos en mi espejo 
me señalo con el dedo
y me grito:" ¡Hombre incorrecto!
¡Que te den por allí...!"

Soy el pornógrafo
del fonógrafo.
el granuja
de la canción.

Cada sábado voy a confesarme
acusándome de haber hablado de nalgas
y le prometo en firme al marabú
tenerlas tabú.
Pero temiendo,
si no hablo ya de ellas,
con terminar en el comedor social,
pronto vuelvo a sentar en el tapete
las nalgas impías.

Soy el pornógrafo
del fonógrafo.
el sin vergüenza
de la canción.

Mi mujer tiene, dicho sea de paso,
una naturaleza concupiscente
que la impulsa a tumbarse desnuda
debajo del primero que pasa.
Pero, seamos sinceros, ¿puedo
hablar de ello en el cabaret
sin decir que tiene de forma muy aguda
fuego uterino?

Soy el pornógrafo
del fonógrafo,
el gamberro
de la canción.

Tendría sin duda felicidad
y quizás la cruz al Mérito
si cantase con decoro
el amor que lleva a Roma
pero mi ángel de la guarda me ha dicho:
"Nanay,
Cantar el amor te está prohibido
si no florece en el destino
de una puta."

Soy el pornógrafo
del fonógrafo.
el pillastre
de la canción.

Y cuando, contentillo, tarareo
al dueño de un cabaret
un adorable estribillo bucólico,
se pone melancólico.
Y me dice, ahogándose en lágrimas:
"Si le place cantar a las flores,
que por lo menos crezcan en la calle Blondel,
en un burdel."

Soy el pornógrafo
del fonógrafo,
el bribón
de la canción.

Cada atardecer, antes de cenar
asomando la nariz a mi balcón
contemplo a la buena gente
en el sol poniente.
Pero no me pidáis cantar esto
si os asusta oír aquí
que me gusta ver
pasar a los gilipollas
desde mi balcón.

Soy el pornógrafo
del fonógrafo,
el canalla
de la canción.

Las almas buenas de aquí abajo
cuentan firmemente
con que a la hora de mi muerte
Satán venga a ensartar
a este muerto mal hablado.
Pero ¡ojala! el gran manitú,
para quien la palabra no cuenta en absoluto,
admita en su Jerusalén a la hora última,

al pornógrafo
del fonógrafo,
al gamberro
de la canción.



                                                   https://www.youtube.com/watch?v=tBe0p13cPxk


Me gusta Brassens. Cualquier faceta suya. ¿Lo habíais notado?...

Ya sé que lo mío es una contradicción, que a ver si me aclaro, que no soy justa, que no soy imparcial pero... hay forma y forma.
Es que para mí, este tímido artesano del idioma, era un Señor.
Un auténtico Señor de las Letras. Con o sin tacos. Sin y con tacos.


Pompita de aniversario. Hoy es 29 de octubre.

(Todavía recuerdo el día que anunciaron su muerte...
Y lo primero que se me escapó fue:"oh! merde..." Y os pido disculpas.
No por el taco sino por, una vez más, enrollarme tanto. ;)
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martes, 13 de octubre de 2015

A orillas del río

                                                                foto: regalo de Diego

Lo despertó antes del amanecer una fragancia fresca de vegetación hinchada de promesas. Y supo que había llegado la hora de emprender el camino de vuelta a casa.
El río baja mansamente entre abrazos de avellanos que se inclinan sobre sus aguas indolentes; y conserva en esa hora temprana jirones de bruma flotando como algas aéreas donde se escurren pálidos destellos de sol.
En un recodo de la estrecha senda de tierra negra que sube bordeando el río, se para un instante. Reconoce cada tronco; acaricia con la mirada unas violetas rezagadas; intuye unas setas escondidas bajo zarzas; saborea unas moras tardías que han escapado al pico de los mirlos.
Y con los ojos entrecerrados, inspira largamente los olores familiares.
La neblina que se eleva del río tranquilo le envuelve de sonidos apagados: los murmullos del agua en la ribera herbosa, el aire saturado de humedad que se desliza de las ramas hacia su cuerpo musgoso, el roce de un animal reptando sobre el lecho de hojas de abedul, el vuelo repentino de un pájaro sorprendido. Y disfruta del placer reencontrado.
El duende del bosque reanuda su caminar pausado internándose ahora entre los helechos. Imperceptibles jeroglíficos vegetales que sólo unos pocos saben descifrar le llevarán a un claro de viejos carballos donde le esperan otros seres misteriosos.
En el nacimiento del río tienen su morada.

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Pompita de paseo en un día lluvioso.
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martes, 29 de septiembre de 2015

Invernadero viejo-nuevo


Me rondaba la idea desde hacía mucho tiempo.
El invernadero estaba en mal lugar, demasiado lejos de los bancales, demasiado a pleno sol en verano, demasiado desprotegido del viento del oeste que aquí sopla y bien y que más de una vez (y dos y tres y más: ya perdí la cuenta) le arrancó la techumbre endeble, volando sus placas de policarbonato a veces dentro de la parcela y otras veces a saber dónde. Y con el consiguiente cabreo y la obligada visita a la tienda de bricolaje para reponerlas. Un error de ubicación de principiante.

Así que había que mudar de sitio mi "segunda residencia" como lo llaman en casa (por el tiempo que en él paso y disfruto, con las manos en la tierra, incomunicada y absorta en lo mío.)
No fue cosa fácil el traslado.
Vale... No fue el traslado de los templos de Abu Simbel... pero casi.

Primero lo tuve que vaciar de esta montonada de cosas que guardo cual hormiguita "por si sirve" (que algunas veces sirve y otras no). Y como estuvo en desuso algún tiempo por varias circunstancias pues... menudo follón encontré ahí dentro. Y algunas sorpresas también.
Por ejemplo un pequeño avispero abandonado en un tiesto, un esbozo de nido de pájaro en otro y una despensa ratonil de bellotas amontonadas en un rincón. (Cosa sorprendente si se sabe que el invernadero es también uno de los lugares predilectos de siesta de Mun, mi gato cazador.)

Luego tuve que desmontarlo en parte, quitando las placas de los laterales.
Y lo más gordo... había que transportar el armazón metálico ¡sin desmontar! hasta su nueva ubicación. Sin desmontar porque demasiado nos acordamos del montaje inicial que fue una odisea descifrando un folleto de instrucciones que, como muchos, no estaba escrito precisamente para principiantes inexpertos.
Pero la cosa se consiguió entre tres mozos fuertotes y una servidora (no tan fuertota y que se limitó a dirigir el tráfico para sortear los obstáculos de árboles y arbustos. Ya sabeis: "Un poco más a la derecha, ahora a la izquierda. No ¡¡tu otra izquierdaaaa!!" Jeje.  E inmortalizar el momento estelar también.)


Luego, taladros en la base para volver a fijar cada cosa en su sitio y...


 ... luego volví a montar tabiques y tejado (intentando mejorar el invento). Y empecé a amueblar de nuevo colocando en las estanterías los cachivaches al uso.



Y acondicioné la novedad de un pequeño bancal interior para futuros cultivos delicados, esquejes y experimentos. (depues de los tomates, pepinos, berenjenas y demás cosas de verano al aire libre, pretendo comer también lechugas propias este invierno, con sabor auténtico y que, supongo, estarán a gusto en el invernadero nuevo.)


 Y ya. Ya lo tengo casi casi listo de nuevo. Y siguiendo con la dinámica de los "ya que...", también desplacé el bancal de las fresas y estoy haciendo nuevos esquejes de aromáticas y más cosas.
... Ahora sólo faltaría desplazar el compostero que ha quedado muy lejos del rincón huerto. Y ya tengo pensado su nuevo sitio y será más fácil.
Pero esperaré hasta la primavera (creo). Hay que saber dosificar los esfuerzos de las lumbares para luego poder disfrutar sin tener que dosificar pastillajos. ¿No os parece?

Ya os seguiré contando... cuando salga de mi nuevo invernadero.
(que por cierto es también un lugar ideal desde el cual cotillear pajaritos sin ser vista.)

Pompita de pre-estreno de invernadero nuevo-viejo y disfrutando con las manos en la tierra, en otoño también.
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martes, 15 de septiembre de 2015

Primer día de colegio

Lo mira dormir: es tan enternecedor con su cabellera rubia enmarañada como estopa, sus mofletes colorados como las grosellas, su narizota enorme tan parecida a una berenjena, igualita a la de sus abuelos y la hermosa verruga donde asoman ya tres pelitos a pesar de su corta edad...
Como cualquier madre, se recrea en su contemplación; y acariciando sus piececitos, piensa que pronto tendrá que curtir pieles de setas gigantes para hacerle sus primeros patucos: pronto cumplirá diez años y empezará a andar. Sonríe. Y dentro de otros diez años, empezará a hablar.
Y canturrea.

Va al fondo del refugio donde un estrecho túnel comunica con la madriguera del frailecillo familiar. Es su proveedor de pececillos y moluscos cuando en verano nadie puede salir a pescar a pleno sol.
Como le quedan pocos camarones congelados de la estación anterior, Mamá Troll elige del secadero un gran bacalao que echa también a la olla y añade una pizca de tomillo rastrero, unas semillas de angélica y una generosa cantidad de musgos y líquenes que los cuervos le han traído de las montañas esta misma mañana. Y con esto y un sorbete de arándanos y ruibarbo, ya tiene listo el desayuno del pequeñín.

Desde el rincón donde su caldero borbollonea al calor de la lava cercana, sigue vigilando a su retoño. Sabe que quizás tendrá que esperar mucho rato pues ése le ha salido dormilón (no como el mayor, que con un par de semanas de sueño tenía suficiente)
Entonces se entretiene trenzando fibras de juncia y crines de caballo para colgar el nuevo amuleto de luna llena de su bebé.
Pero pronto oye un eructo cavernoso, seguido del estruendo de un pedo prolongado cuyo olor a azufre llega hasta ella; y se acerca al nido de lana de oveja y telarañas donde está su niño: ya está despierto. Está despierto su mocosete, resoplando como una ballena resfriada. Y ladrando de placer cual foca juguetona, se rasca el barrigón peludo con las uñas:
tiene hambre.

Después del desayuno, toda la familia irá a la charca comunitaria de aguas calentitas: es un lugar de convivencia y los trolls son muy sociables y aseados. Se toman un baño con los vecinos por lo menos una vez cada siglo y charlando amigablemente en este sitio tan relajante, a veces se quedan somnolientes entre vapores olorosos.
Luego le colgará su amuleto protector al cuello y por primera vez lo llevará a la guardería donde, después de una siesta cortita y sin luna le enseñarán los colores del arcoiris pintado en las cortinas de la aurora celestial. Y hoy, como la oscuridad de la noche islandesa se presta a muchas actividades al aire libre, quizás toque excursión a los acantilados para aprender a gritar como los fulmares. Y a contar ovejitas, que es algo que les encanta a todos; aunque muchos pierden la cuenta y terminan bostezando.
Ein, tveir, Þrír, fjórir, fimm, sex, sjö.... zzzzzz...


Es que, sabes, los trolls no son tan distintos de los demás humanos.
Ni los niños, ni sus padres. Muy parecidos.
Salvo quizás por el tiempo que ellos dedican a su actividad favorita: dormir.
De hecho, un proverbio troll dice:
    "Vivir es una cosa que se hace sólo cuando no se puede dormir." *
(pero quizá sea una broma: los trolls son muy bromistas, ya se sabe.)

Esta afición al dormir tanto y en cualquier lugar, a veces les juega malas pasadas:
Imagínate que si durante la gran noche islandesa se quedan mirando el cielo contando estrellas y sesteando al aire libre, corren el riesgo de que al despuntar, el sol del interminable día veraniego los sorprenda durmiendo y los convierta en roca hasta la siguiente noche larga...
Eso si tienen suerte; porque algunos llevan siglos y siglos petrificados...

Como este pescador que esperando a que picaran los arenques, aprovechó para echar una cabezadita y allí se quedó.

 
O como ésos que volvían en su barca y siguen anclados
Reynisdrangar
 
O como esos otros que la naturaleza ha terminado por arropar no dejando más que la nariz fuera.
 

Menos mal que a menudo la vegetación los esconde a los ojos de los humanos pues estos, en general, ni comparten sus gustos ni los entienden e incluso los persiguen de mala manera. Una pena.
Algunos al contrario, se interesan por ellos y los respetan, llegando a desviar el trazado de las carreteras para no molestarles.
Y otros los buscan en cada roca cubierta de musgo para que les cuenten cosas de su país.

                                        (¿dónde están los trolls?...)

No olvidemos que ellos fueron los primeros habitantes de la isla, mucho antes de la llegada de Ingólfur a la "bahía humeante"

       Pero esto es otra Historia y te la contarán en los libros del cole...

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Aviso:
En los datos que aquí te desvelo sobre la vida íntima de los trolls, cualquier parecido con el muy documentado (¡hasta con mapa incluído!), divertido y profusamente ilustrado libro de
                                              Brian Pilkington
NO es fruto de la casualidad o de malas artes de plagio, sino de mi deseo de hacerme eco de sus palabras sobre los Trolls islandeses, esos seres tan desconocidos e injustamente temidos.


Un libro  para disfrutar y aprender... a cualquier edad.

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Pompita para que los niños no se asusten si la noche es muy negra y poblada de ruidos desconocidos.
Para que, desde su primer día de colegio, aprendan a querer a otros niños tan distintos de ellos como lo son los trolls.
Y para que en las playas de cualquier país del mundo no encuentren más que conchas de colores con las cuales proteger los hermosos castillos que construyen en las orillas del mar, desafiando las olas.

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Añado: Pompita especial dedicada a un niño especial :
Mateo, que en estos días, empieza su andadura por el cole nuevo.
Muac para él. ;)

domingo, 30 de agosto de 2015

Adivina, adivinanza



Parece un bicho pero no lo es .¿O sí?... No sé...
De día no veo más que el vapor plateado de su respiración entre las copas de los árboles.
Y de noche, sólo el brillo de sus ojos de turmalina que desgranan las horas en la oscuridad.
No sé de qué color es su piel. (¿qué color? ¿qué color?) 
Es ágil. Se mueve, lento o rápido. A veces lo pierdo. Espero. Vuelve.
Ilumina.
Roe algo (¿será un ratón?) Se para. Escucha. Escucho. Escucha. Escucho.
Desaparece. Se pierde entre las nubes cargadas de lluvia.
Con los ojos bien abiertos, o cerrados olisqueando, me pierdo entre las mentas, buscando la huella de su reflejo de cristal preso en el barro.
Llueve. Vuelve.
Sonríe (¿será un conejo? ¿el conejo de la luna?)
Gruñe. (¿una zarigüella?) Gruñe y olvida.
Mira. Escarba. Se para. Mira. Escucha. Mira. Canta. Calla. Picotea. Canta.
(¿pinzón o verderón?)
¿Qué será, qué será? ¿un león o un ratón?
¿Qué será? ¿Qué será? ¿Qué será? ¿un halcón, un avispón o un tritón?
Me tiene obsesionada, ilusionada, desconcertada, embobada, intrigada, de luna llena en luna llena.
De luna llena de sierra a luna llena de mar... Llena de mar...
La sierra, el mar. El mar, el mar...
De luna en luna. De roca en roca. Y tiro porque me toca.

Sí, tiro hacia la playa, ¡que ya me toca!
Pero me voy con mi intriga en la maleta.
(¿Qué será? ¿un olinguito, un mosquito o un mito?...)

Pompita de ¡Hasta prontooooooo!
... O hasta la próxima luna llena, llena de fauna.
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martes, 11 de agosto de 2015

Visitas estivales

No sé en otras casas pero en la mía proliferan las visitas en verano más que en otra estación.
Y unas me gustan un montón y otras... no tanto.

Una que ya no me gusta nada de nada es la del cartero (aunque sea majo). Primero porque con la excusa de mi firmita y un número de dni que ya casi se sabe de memoria, se enrolla con facilidad a pesar del calor en la cancela del jardín; luego porque últimamente le ha dado por traer más multas de tráfico que las añoradas postales que ya apenas se estilan, desplazadas por el wuasá (o como se escriba.)


Tampoco me entusiasmaban hace años las visitas de la vecina servicial que se te cuela en casa e interrumpe lo que sea. ("Pasaba por aquí. ¿Necesitas algo? ¿No? Entonces me voy: tengo prisa.") Tenía prisa pero relatándote los pormenores de la vida del barrio tardaba en despedirse en la escalera más de lo que me gustaba. (Hay gente que no respeta ni la siesta)



Pero...
Unas visitas veraniegas que me gustan un montón pero un montón son las JuntaCenas Familiares Improvisadas "Trae tu pan recién hecho y tu sandía. Yo tengo para picoteo y también para ensalada. Y queda limoncello."




También me gusta la visita del que entró por primera vez hace años y ha tomado tanta confianza que ahora te pide las zapatillas y se queda a echarse una siesta.


A veces unos desconocidos vienen por la noche, equivocándose de casa, despistados por las Perséidas.


Y otros son tan íntimos que aparecen a cualquier hora, sorpresivos y desconcertantes. "Me apetecía un cafetito con hielo." Y a veces te pillan en bata y con los ojos aún cerrados, llenos de sueño.



Está también la visita que sigues esperando año trás año: la del silencioso y enigmático que vino una sola vez pero que recuerdas cuando ves a uno de sus hermanos pequeños.



Existe también la visita familiar, mogollonera e ineludible de los días de partido. ¡Hay que ver lo que unen el deporte rey y unas cañas!


Una pillina llegó una tarde, se dio baños refrescantes y antes de irse, al cabo de años, posó para el recuerdo dulce.


Otros se limitaron a mojarse un poco en el lavabo y se fueron como habían venido, sin más.


Existen también los gorrones, amigos de los amigos, que se quedan hasta dejar limpio el plato de la merienda. ("¡Gato! Entiendo que te gusten tus amiguetes pero no hace falta que me los traigas a casa. En serio.")


Otros no se perdían ni miga de la cena. Encantadores, muy bien educados.


Y yo, tan contenta con todos.
Siempre me han gustado las visitas veraniegas.

                                       Y las vuestras, en cualquier estación. :)

Pompita de agosto.
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martes, 28 de julio de 2015

Hay mil maneras pero...

... pero con mi entusiasmo, me estoy poniendo algo pesadita con Islandia ¿verdad? Cayendo en el tópico de quien vuelve de donde sea y da la lata a todo el mundo con sus fotos o películas (buenas y malas) hasta arrancarles un bostezo o dos y la frasesita irónica:
"Vámonos, es muy tarde y nuestros amigos tendrán que descansar."

Os podría haber hablado en cifras, en datos, de volcanes y recursos naturales o de movimientos de las placas tectónicas o de historia, arte y artesanía (y tengo tropecientas fotos de todo ello).
O de otras cosas que hacen de ese pequeño país un lugar muy entrañable.
Pero para esto están los especialistas, los estudiosos y los múltiples enlaces (a cual más interesante) que surgen en la pantalla si tecleáis
la palabra mágica:

                                          ISLANDIA


Un sitio tan repleto de maravillas naturales, de lugares que cortan el aliento, que hasta llegas a experimentar algo semejante al síndrome de Stendhal.
Quedé prendada de este país. De su sol de veinticuatro horas en esta estación. De sus aves. De sus piedras. De su agua. De su hielo aparente escondiendo fuego permanente. De su cielo. De su color...
Me apetecía compartir algunos de sus aspectos con vosotros y lo he hecho... a mi manera.
Hay mil formas de contar un viaje, dependiendo de los ojos de cada uno...

Porque os podría haber hablado también de gastronomía (sabéis que es un tema que me gusta y que retrata también a cada país).
Os podía haber hablado de comidas ricas o curiosas...
Y no me resisto ¡ea! y lo hago:
Hablar por ejemplo de la sorprendente "golosina" de las tiras secas de bacalao que se comen allí como las pipas aquí.
O del cordero tan sabroso.
O del pescado omnipresente y siempre sabroso también.
O de cierta sopa de mariscos que aparte de deliciosa, me vino de maravilla para entrar en calor en uno de los pocos días desapacibles que hubo.
O del asado de frailecillo que esquemas sentimentales (mis pajaritos no me lo perdonarían) me hicieron rechazar...
Y de otras (no probadas), como un plato tradicional de tiburón (hákarl) de preparación... "extraña", no apta para estómagos delicados (o estómagos no-islandeses).
O del skir, una clase de queso yogur delicioso. (me encantó uno mezclado con arándanos)
O del pastel con ruibarbo... O de...

Os podría hablar también de la "experiencia humana" de un itinerario salpicado de anécdotas y vivencias, de un grupito de ocho (más una) personas de edades, circunstancias y orígenes dispares que practicaron quince días de convivencia compartiendo conocimientos distintos, buena voluntad cargando y descargando la furgoneta y participando en la cocina; y paciencia y sentido del humor también compartiendo habitación muchas veces "sonora" y con turnos para la ducha incluidos)
Os podría hablar de mil cosas más...

Pero sin embargo, no quiero cerrar el capítulo Islandia sin hablar de algo más: la suerte de haber conocido a un guía de lujo, gran profesional y sobre todo, bellísima persona, ilusionadísimo por hacernos llegar su amor a ese país. Un apasionado.
Y si bien nadie, creo, va a Islandia sin estar ya predispuesto a enamorarse de esa tierra de contrastes, fuego y hielo, día inacabable y noche interminable, Alberto consiguió su propósito. Vaya si lo consiguió. A base de conocimientos varios, experiencia de años y mucho buen humor.
Aquí lo tenéis, rindiendo pleitesía a las cascadas.



Lo que os puedo asegurar es que, por mucho que lo intentase, y a pesar de mi curiosidad referente a los idiomas, no podría contarlo nunca en islandés, esta lengua tan peculiar, porque...  Ég tala ekki islensku   
Con la ayuda de la chuleta y el mapa, sólo consigo recordar... ¿una docena de palabras?...Como por ejemplo...    
góðan daginn... Vestmannaeyjar...  lundi... Akureyri... Dimmuborgir... Gljúfrafoss...
Eyjafjallajökull ...  góða nótt!
Y sin la chuleta, sólo lo más fácil:
"Takk"
O lo que es lo mismo: "Gracias"

Pompita de muchas takk
para mi marido a quien robé "prestadas", por su calidad, unas fotos de glaciares que les hacían más justicia que las mías ;)
para Alberto, el "principito de los volcanes y las cascadas" ;) que nos hizo tan interesante y ameno el viaje.
... Y para vosotros si habéis llegado hasta aquí en vuestra lectura.
Os podría hablar de mil cosas más...
Pero tranquilos: no lo haré. (Si algún día no me leéis, que sea porque tenéis cosas más interesantes que hacer y no porque os eché a fuerza de cháchara machacona y mereciendo la frasesita de más arriba ;)
Os prometo que quería ser más escueta pero ha sido imposible.

                                                       Islandia es fascinante.

(...Pero algo de postre me he guardado para más adelante, para cuando os repongáis del empacho... ¡¡los trolls!! O ¿os creíais que se me había olvidado mi afición a lo fantástico? Pos no... E Islandia es una tierra rica en historia, en fantasía... y en trolls.)

                                                       Islandia es fascinante.

Valeeeeee. Ya me callo por hoy pero...
                                              Vertu blessaður
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martes, 21 de julio de 2015

Hay mil maneras... aquí, otra

Hoy mi manera de contaros Islandia será... en clave animal
y a lo bestia también... ¿Estais preparados?...
Empezaré por los ovinos: ya sé que no es un bicho de lo más apasionante pero en ese país, es más fácil cruzarse con ovejas que habitantes. Dicen que ganan a los humanos por tres cabezas a una. Y me lo creo: están por todas partes; en las llanuras, o cerca de las cascadas, en las laderas escarpadas, o cerca del mar, entre rocas o cruzando las carreteras.


Vaya, me falta una... Es que van tan libres todo el verano y con tanto espacio sin cercar que es difícil pillarlas juntas...


 Los caballos, preciosos, con su renombrado trote particular.


Los renos, no fáciles de ver, lejanos y esquivos y con pelaje de camuflaje.


Faltarán las hormigas: por lo visto, en Islandia no hay. (curioso ¿no?)
Pero hay arañas: hasta en los acantilados de las playas, bien ventiladas, he visto sus telas.

Y pasando de lo muy pequeño a lo muy grande, seré original pues no os pondré las tradicionales fotos de ballenas. Toda la vida presumiendo de  "Yo, no me mareo nunca en barco" y hace años en Noruega, para ver las ballenas, me estrené... ya me entendéis. Y no quise repetir la desagradable experiencia.

Y faltarán también las focas (vistas pero no retratadas: son más rápidas que yo) ¿O esto era una foca?... No sé, no sé... Quizás... Le dejaremos el beneficio de la duda.


Otros bichos que uno espera encontrarse en esa tierra vikinga son los descendientes de Hugin y Munin, los cuervos de Odín. Algunos vi y oí.
Pero más me gusta traeros esta versión de voz más melodiosa.

https://www.youtube.com/watch?v=DKagNKtE4eE&list=PLWU_G6uw0RwLWkhHeKDAxvvEqP7erVUiI&index=3

PERO, PERO, PERO...

Pero traigo en la cámara y en la retina a algunos de mis amigos alados: en este paraíso para ornitólogos y "pajarólogos", las cámaras hacen horas extras, echan humo, gastan sus baterías a la velocidad de la luz... y hasta se cabrean algunos días pidiendo descanso.

Eideres, fulmares, gansos, tordos, patos, " X" (¿agachadizas?), gaviotas (¿pero cuáles?), págalos (¿?), falaropos, charranes, ostreros  y "eteces" (muchos eteces, algunos vistos y otros no, algunos identificados y otros no) Intentar ponerles nombre a cada uno me costó trabajo. Y no estoy muy segura de haber acertado...


 

 





Y... Y... ¡¡ frailecillos por supuesto!!





 El frailecillo, el ave emblemática de Islandia cuya imagen se encuentra en todas partes y de cualquier forma, tamaño o material.

No me pude resistir y ejerciendo un día, no de "senderista cámara en ristre" sino de "turista pura y dura"... me traje uno: está en la puerta del congelador (para no sentirse demasiado desplazado) con otros bichos viajeros.


 Hay mil maneras de disfrutar de un viaje...
                          y contemplar la vida animal es una de ellas para mí.
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