Con los años entendí que mi madre, entrenada en esto de la administración del presupuesto familiar, las compraba por su lado barato-sufrido-práctico-duradero.
Hay cosas que sólo se entienden con el paso de los años.
Cuando descubrí en los escaparates las primeras zapatillas divertidas, me pilló ya con unos añitos... como se suele decir..."respetables".
Y siempre las miraba de reojo pensando "¡Éstas! ¡Éstas me gustan! Y deben de ser la mar de confortables y calentitas..."
Pero mi "yo" aburrido me susurraba : "Son para niños..." o "¿Quieres hacer el ridículo delante de quien llame a la puerta?" o ... "¿No te parece que para salir al jardin son poco prácticas...?"
Y me podía su machacona responsabilidad, cansina fuente de complejos y frustraciones.
Y me pudo durante mucho tiempo, apartando las zapatillas-leones-de-melena-naranja, las zapatillas-gatitos-traviesos, las zapatillas-ranas-verdes-de-ojos-saltones-amarillos... las zapatillas... divertidas.
Hasta que, hace poco (a la vejez viruelas), desterrando al "yo" aburrido con una pedorreta, cumplí con una pequeña ilusión aplazada.
Nunca es tarde para ello.
Me topé con estas zapatillas-ratoncitos que me llamaban desde la estantería (a pesar de sus naricitas rosas (color que nunca me ha entusiasmado) y que estoy pensando en tunear de ¡naranja por supuesto! O una en naranja y la otra en verde... ya veré.)
Primero, metí las manos dentro para testar-saborear su calorcito.
Luego me las probé, primero un pie, luego el otro... ignorando las miradas ajenas en la tienda.
Y enseguida supe que eran mías.
Hay cosas que saltan al alma de tan evidentes.
Y ya.
Flechazo y compra hecha.
¿Son calentitas? No... ¡ Mucho más que esto !
¡Me encantan!
Y se acabaron los incordiosos pies helados al llegar la noche, fuente de resfriados y no pocos insomnios.
... Lo único que me preocupa algo es que le lleguen a gustar demasiado a mi gato, fetichista él, que más de una vez las mira con interés...
Pompita con los pies calentitos y una pequeña ilusión cumplida. :))
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