martes, 24 de julio de 2012

Del arte de comer gominolas



Se podría pensar que es de lo más sencillo: se abre la bolsita de las golosinas y se comen las gominolas, así... sin más.
Y más de uno (o una) se las come así... sin más.
Pero, no.
Para algunos (algunas), es todo un ritual:

Primero, se miran las gominolas a través de la bolsita. Se maravilla una (o uno) con su forma redondita, empolvada de cristalitos de azúcar; se saborea con la vista unos colores que por supuesto se sospechan más de química que de fruta silvestre; la boca hecha agua se anticipa al duro dilema de elegir el sabor según su color
          ¿rojo = fresa...granada...frambuesa?
          ¿naranja = mandarina...albaricoque...níspero?
          ¿amarillo = limón...pomelo...carambolo?
          ¿verde = menta...albahaca... o dentífrico?
               y las blancas ¿a qué sabrán?...

Se espera un rato.
Eligiendo el momento y el lugar.

Se abre la bolsa, sin prisas, sonriendo.
Disfrutando anticipadamente.

O no se espera nada y se arranca el papel transparente con ansia con gula y los dedos avanzan retroceden y se vuelven a aproximar con deleitosa incertidumbre algunas veces al color-sabor elegido en no-se-sabe-muy-bien qué rincón del corazón y otras dudando y cambiando de parecer en el último instante movidos por no-se-sabe-muy-bien qué rincón del cuerpo. (quedándose sin aliento)

La mirada y los dedos, cómplices, se demoran en acercar la fruta dulce y pecaminosa a los labios.

Al llegar a ese momento tan ansiado, caben varias posibilidades, según la intensidad del síndrome de abstinencia experimentado:
O bien una (o uno) se lanza vorazmente a ingerir las gominolas sin pausa e incluso de dos en dos o de tres en tres. (sí, lo he visto... espectáculo desagradable pero ya se sabe: sobre gustos y colores no hay nada escrito)
O bien, uno (o una) se demora aún más, lamiendo con la punta de la lengua cada cristalito de azúcar hasta que el color asome en un avance de su esplendor de fuegos artificiales y hasta que la gominola regale una chispa de su sabor, no tan alejado, como temíamos, de la fruta silvestre. Sorprendentemente.

Sea cual sea la manera de aproximarse a la gominola, el resultado es practicamente el mismo: algo  sabroso que se pasea acariciando la lengua, esparciendo su color encima de las papilas, jugando entre los dientes que la mordisquean, diluyéndose su aroma en toda la boca y subiendo esta ola juguetona desde el fondo de la garganta hasta la nariz para volver a bajar por el camino clásico nariz-garganta-boca del estómago... cosquillas hasta el ombligo. Cerrando los ojos.
Y tiñendo toda la boca, largo rato. (la química)

Comerse una sola, es imposible.
Antes de que se acabe la primera, los dedos ansiosos, golosos, ya van a por otra, y otra, y otra.
Repitiendo sabor y ritual.
O cambiándolos por completo, alternando varios colores y sabores, experimentando, tanteando, descubriendo matices hasta ahora insospechados.

Nunca te comes una sola. Es imposible.
A veces, te da reparo, por el pecado de gula. Pero caes.
No puedes parar. Y sigues, riendo, olvidándote de ser razonable, sin complejos.
Y te empachas. Pero ¡menudo empacho más rico!

Pero también... experimentas esta angustia latente cuando en un relámpago breve, entreves el final de la bolsa que te han regalado o cuando, peor aún, no te quedan más que unos cristalitos de azúcar en el fondo de la dichosa bolsa... azúcar que apuras con la punta de los dedos, con nostalgia.

Sí, es cierto...
  ... Lo malo de las gominolas es que crean adicción.

 Algo parecido dijo Sabina ¿no?...
                         ¡ah! no... él, hablaba de los besos.

Pompita de pecado de gula.                                             

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2 comentarios:

  1. No tengo duda alguna de que has sido bien enseñada: aplazar los placeres, los multiplica; no tanto por cómo serán después como por lo que se disfrutan antes. Me pasa incluso con la lotería (que nunca me toca): la amortizo con sueños durante meses...
    Pero no compartimos las gominolas que, para mi tienen en la boca textura de "goma". Yo prefiero los sugus...y viajé contigo por el placer de la gula, desde el inicio al fin (sin el azúcar).

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  2. Yo también he sido sugus-adicta :) pero no me gustan ahora que ponen el nombre en el papel de color, le falta la intriga.
    A ti, no te toca la lotería pero los sueños te duran más. Y a mí, no me puede tocar: no juego nunca. Bastantes "vicios" tengo ya :D
    Sonrisa (sin azúcar)

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